El
día se presentó primaveral, a pesar de que el calendario indicaba que estábamos
ya metidos de lleno en el invierno
constantinero. Hoy en día, en la era de la información, basta con un par de
clicks, una llamada telefónica para saber qué pasa en ese mismo instante, a
miles de kilómetros o… solo a 90…
Bastó
eso, un par de cliks, descolgar un teléfono para saber que era verdad, que te
habías ido…Descargar tu foto, esa en la que descendías de la espadaña, esa en
la que tú, campana, nos decías adiós a todos, esa voz tan familiar que me decía,
al otro lado del teléfono, que todo era cierto.
Es
en ese momento, cuando te dejas llevar por el vacío, cuando empiezo a fijarme
cómo eras realmente, a preguntar a escuchar, porque todo el mundo habla de ti,
comparten tus recuerdos, intentando apoyarse unos a otros. Entre lágrimas y
abrazos rotos se deja ver brotes de fuerzas, de esperanzas…hasta de sonrisas,
porque solo con alegría nos dejarías vivir tu recuerdo.
Pero
te fuiste y dejaste un hueco tan grande que, a través del cual, podíamos llegar
a ver el cielo, dejaste un silencio más profundo que el de cualquier madrugá de
Jueves Santo… Semana tras semana seguías en silencio cada viernes por la tarde,
seguíamos sin atrevernos a mirar a la espadaña, no queríamos ver tu ausencia…
Te
fuiste tranquila, nos dejabas tus recuerdos, tu herencia, a Juan y a Rocío que
serán ecos de tu repicar por siempre… Pero por suerte para todos, no te pareció
suficiente y volviste de nuevo y esta vez, para quedarte siempre entre
nosotros, para acompañarnos, para que tu sonido fuera nuestra fuerza, para
volver a llenar la espadaña.
Ya
no solo tenemos tu recuerdo, no sólo tenemos a Ángela y a tus hijos, no sólo lo
que vivimos contigo para recordarte…te tenemos aquí, con nosotros y estás
dispuesto a recordárnoslo cada vez que repiques con sones de campana.
Hasta
siempre pregonero, gracias por el regalo de tus sones.
En memoria de D. Juan Sánchez 'Becerra'
Asumpta Ruiz Aranda
Constantina, 7 de mayo de 2011
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